El polémico documental de Netflix, estrenado este 16 de diciembre, ha dividido y explotado en las opiniones de la comentocracia. Y primero, hay que reconocer que este material producido por uno de los genios detrás del rock latino, es una obra más que nutre el bagaje y el contenido sobre nuestra materia favorita: el rock.
Y decir que Gustavo Alfredo Santaolalla hace una obra personal y sesgada, puede ser algo súmamente subjetivo. Es como si Dalí tuviera que pintar cuadros rosas y llenos de flores en vez de viajes oníricos, paisajes alucinógenos y surrealistas porque alguien se ofende. Como lo decía Umberto Eco, las nuevas hordas de idiotas están libres en internet, opinando de todo, hasta de lo que no.
Yo iba a guardar silencio y no decir nada, pero al leer tantas cosas, comentarios tan dispares, llenos de ignorancia, rabia o indiferencia, me parece que vale la pena subirse al tren del meme. ¿Por qué? Considero que Nicolás Entel y Picky Talarico logran una obra interesante, polémica y con mucho valor. Pasarán los años y seguiremos hablando de ello, porque todo documento fílmico, tiene validez aunque sea una forma diferente o propia la que sea contada.
En estas nuevas sociedades de la nueva normalidad, todos opinan, todos creen saberlo todo. Pero vamos más al fondo del contexto del rock. Yo desde que nací, la efervescencia musical me brotaba y todo lo que fuera una revista impresa, flyer, estación de radio, programa de televisión, película o disco, todo me emocionaba. Al ver que iban a lanzar este documental me daba mucho gusto, porque me encanta encontrar más información sobre el tema.
Y sin embargo, muchos se fueron por lo que no hay, por lo que no ven, por lo que sus gustos no aceptan. Y eso no va así. Leyendo un poco sobre sociología del arte (porque esto es una película, cine aunque sea un documental en capítulos para la televisión digital), el papel del público en el mundo del arte ha sido el de ser siempre el receptor de la obras. Citando a este gran artículo de Pablo Redondo Mora: «Ante esta tendencia del mercado a apoderarse del arte, entre finales del siglo XX y principios del XXI, resurge con fuerza la participación del público. De esta forma, en el arte contemporáneo se observa una inclinación a interactuar con el espectador, basándose en la idea de “estética relacional”, término acuñado por el crítico francés Nicolas Bourriaud, que se refiere a la idea de que la obra se completa cuando es contemplada por su destinatario final, convirtiéndose el público y sus interacciones en parte de la obra de arte. Es así como algunos artistas desafían a las nuevas reglas del arte impuestas por el mercado, pero también los nuevos valores de individualismo y materialismo que imperan en la sociedad contemporánea. No obstante, esta actitud crítica, en ocasiones provocativa, alternativa a los cánones sociales, puede confundir a ciertos sectores de un público heterogéneo, generando distintos discursos a la hora de la interpretación, a veces incluso inesperados para el autor.» Así que todo lo que se diga en internet, para bien o para mal, resulta en marketing a favor de la obra.
Pasó igual con la obra del Ecce Homo que la restauradora María Cecilia Giménez, quien asumió su error y se hizo famosa por desfigurar el rostro de un Cristo en un santuario católico de Borja, España. La gente se ofendió, se burló, se metió a la conversación y desató la furia en contra del hecho. Y sí, es válido, pero el hecho ya estaba. A lo que me lleva a decir, que la gente no ha aprendido a construir, sólo a destruir. Pasa en todas las redes sociales. Como afirman algunos estudios: está de moda quejarse en las redes sociales y opinar sin saber.
Yo creo que si no te gusta algo, tienes el derecho de opinar, pero no de destruir. Sí creo, que abunda una mediocridad intelectual en la comentocracia, que con la mano en la cintura, pueden decir en 5 segundos un mensaje agresivo, violento, inhumano, irrespetuoso y hasta innecesario, que se vuelve viral o divertido. Es como si no te gustó Titanic, ya no la veas, seguro hay millones de personas que lloran al ver las escenas de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, para otros ni siquiera la han visto. ¿Y entonces? Pasa cuando alguien nunca ha ido al Louvre a ver a la Monalisa, pero es experto en historia del arte, hay eruditos que jamás han pisado tierras francesas, pero saben más que un guía de turistas del museo y viceversa. No podemos generalizar. A lo que nos lleva, al conocimiento de la obra, al entendimiento del contexto, al estudio del cine musical y el análisis crítico del arte. No puedes ser un crítico del arte si no sabes de arte y menos de teoría del cine. No puedes ser un mordaz censor sobre lo que se produce, si nunca has producido algo. Yo sí creo que cualquier crítica buena o mala, tiene su nivel de importancia y de relevancia. Por eso, amigos que se están desbaratando en las redes, déjenme decirles que pierden su tiempo y otros disculpen, pero no sabía que eran tan pendejos. Tanto los que se burlan, los que se quejan como los que se ofenden.
Que si faltan bandas, que si no son rockeras o rockeras, que si no salen artistas, que si no salen más mujeres o gays, que dónde está fulano o fulana, que sutano no quiso, que mengano no luce y que a Chuchita la bolsearon. Lo peor de todo, los que más mal se ven y se leen, son los que opinan como si fueran André Bazin, Susan Sontag, François Truffaut o David Bordwell. En vez de relucir su amplio conocimiento musical y cinematográfico, denotan transparentemente todo su mal humor, su envidia, su insistente mal gusto y sobre todo su falta de seriedad, sin dejar a un lado la total afección de su mente con el efecto Dunning-Kruger. Vayan al psicólogo a desahogar sus males…
Así que amigos, disfruten de esta obra y sino también. Porque es una obra de un artista, que si le faltaron cosas o detalles, es otra cosa. Es como si a las hamburguesas de McDonald’s les pedimos que tengan siempre aguacate y tomate fresco, además de carne de verdad, si sabemos que son comidas plásticas y de natural no tienen nada. En este caso, el músico argentino que produce este documental y tiene a su séquito de aliados favoritos, que son una productora argentina que tiene su propia visión, voz y voto. Es su obra. No tuya, ni mía. Tienen total libertad creativa de hacer la obra con lo que les gusta y como quieran. Será más interesante saber de la propia voz del productor de Arco Iris y Bajofondo Tango Club, que hable y diga todo lo que opine de su propia obra. Cada autor sabe las limitaciones, gustos y preferencias que lo hacen culminar una obra propia. El genio de Buenos Aires tiene más premios fílmicos, que muchos quisieran ya haber obtenido. No duden que incluso, todas sus ideas malas o buenas, podrían ser usadas por el autor y/o otros, para que en una de esas, se haga una segunda saga o un nuevo documental donde no se rompan todos.
Lo interesante aquí, es ver que los que destapan la cloaca de sus ideas y dejan irse desbordados en las redes sociales, no son más que sus opiniones subjetivas y se dejan llevar por ellas, lo más denostable es cuando una mentira se hace verdad si es dicha más de cien veces. La gente de ahora debe ser más reflexiva, respetuosa y sobre todo coherente con lo que lee. Sí, Rockdrigo no murió en Tlatelolco, no, Javier Bátiz no es tan famoso como Santana, sí faltan miles de bandas y ya. No todo lo que se dice en las redes es verdad y no lo que digan la mayoría es lo que todos debemos opinar igual, por eso es la libertad y por ende, la libertad creativa lo merece. Y la crítica más, es libre de construir. No confundir la libertad de expresión con el libertinaje de ofender o atacar. El que se ofende y enoja pierde.
Un aplauso desde aquí a los creadores de este documental, porque el rock merece más y mejores documentos como «Rompan Todo», les falte o le sobre, queremos rock como dijo Héctor Suárez. Y ojalá esos críticos primerizos de Twitter y Facebook, espero que se conviertan en cineastas profesionales y productores ganadores de Grammy /Oscar para que puedan ver el otro lado de la costa. Y sobre todo que a los eruditos del rock, esos que se ofenden por la opinión dicha por los actores del documental, les pido que hagan su declaración pública, digan lo que piensan, pero de igual manera con total libertad, respeto y sin un ataque de tripas. Ya que la mayoría de reseñas, críticas o comentarios, no son sobre su participación en el rock, si no en la forma en cómo lo ven y lo consumen. Se ven todos muy mal.
Y no pienso mencionar a nadie, porque no vale la pena. Centro esta opinión totalmente en el documental, del cual es bueno ver a bandas de nuevo como Sumo, Javier Bátiz, Los Prisioneros, Babasónicos, Los Tres, y sí faltan muchos, pero no cupieron todos. Sería interminable una película que nos mencione a todos. Por eso, dejen en sus comentarios los artistas que a su parecer hacen falta y pídanle a su director favorito haga un documental con ellas. Si no, hágalo usted mismo.
¡Salud! Y felices fiestas para todos.
@aletzfranco