Los abrazos rotos – Pedro Almodóvar (2009)
Una vida nunca es suficiente, sobre todo cuando entregas tu existencia a ser un creador, a ponerte un pseudónimo, siempre hay un vacío que busca ser llenado a partir de palabras. Este vacío cada vez se hace más grande, más imponente y más abrumador.
Un escrito, igual que un ciego, sólo tiene su imaginación y debe confiar en los sentidos que le restan para sobrevivir. Como el tacto que se usa para reconocer sensaciones del mundo.
Después de eso sólo queda una memoria inquebrantable, plagada de recuerdos y negando la melancolía.
Harry Caine (Lluís Homar), el protagonista de Los abrazos rotos, es un escritor ciego al que sólo le queda el placer inmediato, al que la vida le ha arrancado a quien más amo y desde entonces y para ocultar el sufrimiento se refugia en lo cotidiano y en lo hedonista.
De Lena (Penélope Cruz) sólo le quedan los recuerdos.
Los abrazos rotos es una película de Pedro Almodóvar contada a dos tiempos, una forma de entender el vacío en la vida de Harry, que antes solía llamarse Mateo Blanco.
Lena está en desesperación, su padre agoniza y aunque ella también tiene otra versión de sí misma como una chica de prepago a disposición telefónica, prefiere rendirse ante Ernesto Martel (José Luis Gómez) su jefe, de una forma desesperada y que sólo la hacer sentirse inútil y vacía.
Martel es un hombre perverso, pero muere por ella. Está realmente dispuesto a todo por ella, por el solo hecho de poseerla.
Al lado de Mateo/Harry siempre están Judit (Blanca Portillo) y Diego (Tamar Novas), su productora y socia y el hijo de ella, quien también aspira a ser escritor mientras es DJ y un poco junkie.
Un escritor sólo encuentra un verdadero cómplice en otro escritor. Negocian y se cuestionan las historias. Se vuelven locos en una historia y una histeria comunes.
Al mismo tiempo de Los abrazos rotos, sucede el metarelato de Chicas y maletas, que parece en realidad una versión alternativa de Mujeres al borde de un ataque de nervios, con todo y su gazpacho.
Lena y Mateo se aman locamente, como si supieran que lo suyo no es para siempre. Sin embargo, lo único más feroz que lo que los une, es la obsesión de Ernesto Martel por ella.
Qué es más fuerte o más débil, ¿un amor tierno y desesperado o la obsesión de poseer a una mujer de forma irracional?
A veces sólo rompiendo unos huesos es como se obliga a que alguien se quede, a que no se vaya. Ernesto rompe a Lena de una pierna para demostrarle lo que siente por ella. No es que el corazón de él esté roto.
Un corazón no se rompe por una obsesión, sólo se hace más duro.
Cuando alguien es capaz de herirte físicamente no es porque esté más herido emocionalmente. Es porque quiere quebrarte y que te sientas tan incompleto como él (o ella) se siente ahora.
A veces para descubrir los secretos, primero tenemos que escribir sobre ellos. A veces hay amores tan grandes que sólo se pueden contar a través del cine.
Muere nuestro yo, aunque el cuerpo siga vivo con sus funciones biológicas. De ahí que Mateo/Harry sólo encuentra en el placer una forma de salir a flote; Harry no sólo es incapaz de ver, es incapaz de volver a amar.
Nuestro pasado se rompe, pero vuelve como un puzzle al que tenemos que encontrarle forma y armarlo, para que la vida vuelva a tener sentido. Como una película en edición.