Volver – Pedro Almodóvar (2006)

¿Es la vida sólo una fase de entretenimiento entre que nacemos y morimos? Quiero decir, llenamos los años de razones y motivos para vivir, nos complicamos la existencia y se la arruinamos a otro. Quizás sólo porque vivir es tener mucho tiempo libre.

Creemos que estamos cuerdos, que todo tiene sentido y que el viento podría arrastrarnos a perder el quicio, pero en general, pensamos que toda nuestra vida está hecha de motivos para existir.

Volver de Pedro Almodóvar es uno de sus filmes maternales, con un elenco femenino, de esos que hacen una sororidad y se acompañan a cada instante. De esos que algún día se tendrán que contar las cosas para que puedan entenderlo todo.

Penélope Cruz es Raimunda, una mujer abnegada y trabajadora, madre de Paula (Yohana Cobo) y casada con Paco, un cerdo desempleado, borracho, y ella es arrastrada por el viento a una serie de sucesos que la convierten en una de las máximas heroínas Almodovarianas.

Volver, es un relato que en parte proviene de La flor de mi secreto, en donde Leo Macías – Amanda Gris (Marisa Paredes) escribe una novela oscura sobre una mujer que oculta el cadáver de su esposo en el congelador, a modo de tumba  y de un guiño a la película anterior, La mala educación, en donde vemos el póster de «La abuela fantasma«.

En el universo de Almodóvar, las ficciones se entremezclan con la realidad y las existencias de sus personajes se hacen paralelas, a modo de historias esperando ser contadas.

Volver es una historia de fantasmas, pero de de los fantasmas del pasado y cuando hemos decidido morir en vida y en efecto, estar muertos para otros. Para volvernos pequeñas leyendas  y habladurías.

A veces, no es a los fantasmas a lo que más deberíamos de tener miedo, sino a nuestro pasado y a todo aquello de lo que hemos escapado. A todo eso que fuimos y que queremos borrar y hacer como que no pasa con la vida cotidiana, con el presente.

Nuestro fantasma es Irene (Carmen Maura), una mujer que ha aprendido que la memoria, los insomnios, y los pensamientos en silencio, pueden ser el verdadero purgatorio para cualquier criatura de este más allá. Si tenido tiempo es para exhumar sus culpas, errores y miedos.

Pero también para afrontarse a su propia realidad.

¿Y qué sería peor que una supuesta eternidad de sufrimiento? Pues una realidad y un presente plagados de lo mismo.

Si pudiéramos morir en vida y quedarnos como fantasmas para ayudar a otros, para cuidar a los que amamos, en silencio y aprovechar la locura para seguir presentes, ¿se aceptaría esta decisión?

Todos podemos ser el fantasma de otro. Cuando nos ignoran, nos olvidan, cuando hemos dejado de ser parte de su vida. Y como un muerto, quizás nos extrañan, nos odian, o simplemente, nos desean la paz, lejos, en un más allá en el que no nos quieren alcanzar.