#Retrospectiva Almodóvar Vol. 10 – Kika: Un incomprendido manifiesto feminista

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Kika – Pedro Almodóvar – 1993

El bigote no es sólo patrimonio de los hombres. De hecho, los hombres con bigote o son maricones o fachas, o ambas cosas a la vez. Juana (Rossy de Palma)

Verónica Forqué es probablemente la principal razón por la que Kika es mi película favorita de todo Almodóvar, esa actitud, ese tono de voz, ese carácter, se me hace imposible no amarla.

Kika de Almodóvar es de los últimos vestigios de ese Almodóvar imperfecto, naif y provocador, de ese que antes de volverse un gran narrador no tenía miedo a la barbaridad, al cinismo y a ser incómodo.

Después de haber sido sumado por la incomprensión de la política de lo correcto, por la política de que es mejor callar, por esa política que pretende quitarle la comedia a eso que nos aterra, sin saber que esa ironía y que ese reír son las únicas armas que tenemos en contra de ese miedo.

Kika y su discurso feminista

En su momento, y ahora, Kika ha sido criticada por presentar una de las secuencias más infames del cine: una violación en tono de sátira, se le ha castigado y se le ha convertido en una de esas cosas de las que no hablamos.

Sucede que, mientras Kika duerme, el hermano de Juana, la sirvienta lesbiana, con aspiraciones a jefa de prisiones e interpretada por Rossy de Palma, se mete con medio permiso a la casa y la encuentra ahí a Kika, vulnerable y delicada.

Bajo la justificación que ha pasado el tiempo en prisión y de que es un subnormal, Polvazo (Santiago Lajusticia) la viola, y no es que Kika no se incomode ni sea tremendamente abusada, pero jamás se toma en serio a su violador, ni siquiera le tiene miedo en realidad; es ahí donde creo que la película no se está mofando del acto de la violación, sino de la figura del violador: lo presenta como un idiota incapaz de contener su deseo, como un criminal bruto, como un verdadero pendejo y eso es sin duda, un discurso feminista.

¿Por qué? Porque Kika, a pesar de ser abusada, no juega a la víctima, le quita todo el poder a la figura del violador y simplemente se aburre, se burla de él. Kika tiene miedo, claro, pero su violador se le hace tan ridículo que simplemente no tiene poder sobre ella. Además, los policías, que en este caso representan a la autoridad en general, son otro par de imbéciles burócratas sin un ápice de humanidad, son totalmente un fracaso tratando de ayudar.

No se trata de reír de ella, porque ella es una heroína, sobrevive, sufre, queda con estrés postraumático y solo tiene a sí misma como consuelo, porque se enfrenta a que la sociedad está en su contra:

Victoria Abril, que interpreta a la funesta Andrea Cara-cortada, presentadora de un proto-reality-show es quien simboliza a los medios de comunicación, y de inmediato busca culpar a Kika y hacerla responsable de la violación, la culpa de «border» al no querer darle la entrevista exclusiva y no le interesa ni un poquito su bienestar, ella sólo busca la nota, el morbo y salir beneficiada con escalas de rating de ahí.

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La sociedad castiga y traiciona a Kika, incluso las otras mujeres de la historia le han dado la espalda; por un lado, su mejor amiga aunque más bien rival, Amparo (Anabel Alonso) ha estado acostándose con el hombre que le gusta a Kika y Juana, su sirvienta, no sólo dejó entrar a su casa a su estúpido hermano,  el violador, se ha dejado amordazar y atar, incapaz de defender ea Kika. Al final, es honesta con su patrona y se da cuenta que ella tuvo la culpa de todo, que ella lo permitió y que en la intención de ayudar a uno de los suyos, ha terminado perjudicando a su única amiga.

Además, su esposo, Ramón (Álex Casanovas)  resulta ser sólo un voyeurista, que en lugar de ir a salvar a su mujer, se queda inmóvil, dejando el caso sólo en las autoridades, como muchos hombres que se quedan pasivos antes los abusos a las mujeres, que no toman postura y dejan el asunto en manos de otros más incompetentes que ellos. Como muchas personas asumen una posición de voyeurs ante violaciones, abusos o feminicidios, sólo miran, quizás traten de ayudar pero sin involucrarse, porque es mejor mantener las distancias de la percecpción que asumir la realidad.

Kika sólo peca de ser demasiado ingenua, de ser atrabancada y de no querer jugar el papel de la víctima

Kika es una verdadera heroína y es alguien que cura con cariño, con paciencia y con amor. Desde el principio del filme, cuando revive a Ramón con su tacto inocente, y al final cuando cuando lo vuelve a hacer, nos deja claro que su verdadero poder no es el de ser más fuerte que los hombres, sino el de poderse sobreponer cuando el mundo se le ha venido en contra.

En las últimas secuencias, Kika tiene una mancha de sangre sobre el vestido, sobre el corazón, porque lo tiene roto, hecho pedazos y se queda sin rumbo, sin marido, sin amigas, sin sociedad y aún así está dispuesta a levantarse, a serse fiel a sí misma y ver exclusivamente por ella.

 

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