Black Mirror
Desde hace una semana y media todos te preguntan lo mismo en el chat de Facebook o en cualquier reunión de amigos.
¿Ya vieron esa nueva serie de Netflix, Black Mirror? – Pregunta siempre alguien.
No es de Netflix. – Respondo siempre.
La verdad es que últimamente estoy muy asqueado de Netflix, no por sus contenidos sino porque aceptémoslo, es el nuevo imperio monopólico del entretenimiento en México. Tal parece que se ha convertido en la única y absoluta, y totalmente incuestionable fuente de entretenimiento en este país.
Imposible hablar de la competencia, cuando los catálogos de otros servicios como Clarovideo o Blim están tan pinches y lo más rescatable sería HBO Go, que podemos decir que tiene un catálogo con bastante calidad pero son sólo producciones propias y no son tantas, además de unos dos o tres estrenos de cine medio interesantes que repiten en loop infinito en sus canales de tele.
Lo importante es la calidad, dirán muchos y tienen razón: No discuto los valores de producción de las cosas brandeadas bajo el amparo de Netflix, lo que me parece terrible es la falta de otras alternativas reales de servicio. Aunque en realidad lo que me parece monstruoso es que bajo el abrigo de Netflix se tienen que sacrificar a los verdaderos creadores y productores, haciendo parecer que Netflix es la caja de la felicidad, produciendo contenidos exclusivamente para satisfacer nichos de negocio.
Antes de ser una de las «Producciones originales de Netflix», Black Mirror solía ser un asunto de culto y su creador, Charlie Brooker, será eternamente recordado por habernos dado la mejor serie de tele de zombies de la historia, Dead Set, bajo el branding de Zeppotron, una filial de Endemol, sí, la misma productora que trajo al mundo bellezas televisivas como Big Brother.
Black Mirror, fuera del Reino Unido, era algo que sólo podías ver de modos no legales, como descargarla a través del Torrent, hasta que comenzó a pasar al azar en la tele abierta en el Canal 40 y en algunos canales de cable.
No me malinterpreten, no es sólo decir por decir que ahora que Black Mirror es un asunto mainstream, ya no es buena. Es increíble, es inteligente, es uno de los mejores ensayos que la televisión habría parido para sí misma, pero ha perdido gran parte de su encanto al hacerse masiva, hasta un lugar común me resultda.
Pero no puedo negar que ahora que tiene una tercera temporada producida junto con Netflix se siente menos auténtica, más americana y adaptada para públicos más generales, comparando los guiones en los capítulos originalmente pasados por el Channel 4 en UK, los nuevos guiones se sienten medio diluidos, hechos para satisfacer audiencias más grandes, acostumbradas a sentirse satisfechas consigo mismas después de ver la tele.
Probablemente San Junipero es el mejor capítulo de toda la temporada, en serio, Heaven is a place on earth lleva toda la semana sonando en mi cabeza y aunque como todos los episodios de Black Mirror que te dejan con una cruda existencial, este al final me dejó creyendo en el de algún modo, el amor es para siempre.
Del resto de episodios no tengo mucho que decir, aunque no dudo que sean fabulosos para algunos, a mí me parecieron un tanto medianos, predecibles y en el caso del quinto episodio, Men against fire, aburrido.
Quiero decir, desde el principio del episodio Nosedive (y por el título, además) sabes que todo acabará mal con la popularidad de la chava. Luego en Shut up and dance, sabes que masturbarse no es ningún delito, entonces lo único que pasaba por mi cabeza es el que sujeto estaba viendo porno de chavitos. Pfff.
Playtest se hacía cada vez más predecible conforme avanzaba y el último episodio, Hated in the nation pudo ser el guión de una película hollywoodense de elenco mediocre; no me quedó de otra que volver a ver los episodios originales.
En su momento, Black Mirror era sumamente angustiante y lo era por las razones correctas, es el tipo de show que no puedes dejar de ver porque te has enganchado y sientes empatía por personajes en las situaciones más horribles mediatizadas por la tecnología.
No me culpen si no encuentro esa magia en los nuevos episodios. Probablemente las únicas constantes sean la enajenación con la tecnología y los medios de comunicación, pero al fin y al cabo, Black Mirror es tan oscura como el espejo que representa.
Quiero decir, mientras uno ve cualquiera de los episodios no puede evitar reflexionar sobre la relación que tenemos con los medios y la tecnología, para que una vez terminado el episodio te vuelvas a hundir en tu móvil y viviendo en un mundo iluminado exclusivamente por pantallas.
En fin, Black Mirror es una serie sumamente absurda, hecha para gente deseosa de obstinarse consigo misma en las Redes Sociales, para que después vea un episodio de Black Mirror y sienta que está haciendo algo inteligente con su tiempo, porque al fin y al cabo es entretenimiento que invita a la reflexión, pero de qué sirve reflexionar si no cambiamos nada.