El VIH-Sida: una enfermedad mental.

No se necesita ser homosexual para informarse y entender.

El VIH, sí esa extraña enfermedad que le arrancó la vida a Simón, el gran varón, en el verano del 86 y también se llevó a grandes como Freddy Mercury, Anthony Perkins e Isaac Asimov sigue siendo sobre todo una extraña enfermedad.

Es un hecho que el VIH-Sida existe, que tiene consecuencias físicas y que quienes viven con esta condición toman o no la decisión de llevar un tratamiento adecuado para mantener el padecimiento en un estado indetectable que no les represente ningún riesgo para la vida.

Es extraña porque se vuelve una enfermedad mental en un mundo lleno de prejuicios, mitos, falta de información y chismes.

No se necesita ser homosexual para estar informado y es una realidad que incluso dentro de la llamada «comunidad gay» los prejuicios y el desprecio a quienes viven con con VIH son evidentes. «Sólo personas sanas» escriben algunos en sus redes sociales de ligue, ese frase lleva detrás un prejuicio gigante y aterrador. Cada quien decide cómo cuidarse y no querer tener relaciones sexuales con alguien que vive con VIH es respetable, pero no es necesario llevarlo al terreno de lo moral.

Fuera de eso no necesito contar cuántas veces esos ligues y amores fugaces se desvanecen entre pretextos y silencios cuando hablo de que vivo con VIH. Salen corriendo, justificándose con un «no me quiero morir» entre dientes. Me miro al espejo y me doy cuenta de que muerto no estoy.

Los insultos, los prejuicios y los ataquen duelen más cuando vienen de personas cercanas. Sus propios miedos los hacen decir cosas como «eres un foco de infección»o «sidoso». La ignorancia de los demás es su propia responsabilidad.

¿Podemos culpar a las autoridades y a  los medios de la falta de campañas de prevención y de entendimiento? Quizás sí, pero sigo insistiendo que esa necesidad de información debe venir de uno mismo. Si realmente no te preocupas en comprender cómo ocurre un contagio y cómo se vive con el virus, no esperes que simplemente la información te caiga como si fuera fruta de un árbol.

Vivimos en un mundo en el que los grandes corporativos hacen exámenes médicos a sus aspirantes, para evitar contratar a gente que viva con padecimientos crónicos como VIH o Diabetes. A ellos y sus departamentos de «recursos humanos» les sale muy caro cargar con seguros médicos y les sale aún más caro superar sus propios prejuicios y miedos.

Si existe una enfermedad a erradicar es la ignorancia prejuiciosa. Las personas no tendrían que ser juzgadas por sus propias decisiones, quiero decir, si alguien escoge coger a pelo, con prostitutas, inyectarse drogas o hacer (literalmente) de su cola un papalote es completamente respetable. Por un solo hecho: existe una cosita llamada libertad individual.

Probablemente todos seríamos más felices si dedicáramos más tiempo a comprender: El VIH es una situación controlable y el Sida es un padecimiento que pudiera llegar a evitarse. Es posible mantener una vida sexual chida entre una persona positiva y una que no tenga el virus (ya sea con sexo protegido o a través de un tratamiento Prep).

El peor enemigo es el miedo, es lo mismo que lleva a las personas a «creer que a ellos no les va pasar». Si vemos las supuestas cifras, en México ha crecido el contagio de VIH en mujeres (representan ya el 21% de casos registrados) simplemente porque no hay una tendencia a cuidarse, porque aparentemente temas como el sexo protegido, hacerse pruebas o exámenes no es parte de su vida. En muchas ocasiones muchas mujeres embarazadas son portadoras del virus y por no estar informadas y enteradas de su estado, contagian a su bebé.

No basta con decirle a la gente que hay que usar condón, hay que hacerles saber que las personas que viven con el virus no sólo están en una constante lucha contra el padecimiento, también tienen que soportar la estupidez ajena. No quiero decir que sean víctimas, sobre todo si el contagio ha ocurrido por sus decisiones personales, pero tampoco tendrían que ser juzgados. Ni pobrecitas víctimas, ni tampoco «pinches sidosos».

Es momento de hacernos más responsables de nosotros mismos.

 

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