Hace prácticamente un año que se estrenó la serie The Strain, creada y escrita por Guillermo del Toro y Chuck Hogan y a penas ayer se estrenó el primer capítulo de su segunda temporada. Probablemente y por alguna extraña razón, The Strain es una anécdota aterradora con un perfil medio bajo, pasando un poco desapercibida, a pesar de que en realidad es una de las mejores series de horror por un asunto muy sencillo: no se vale de la tensión y la angustia, ni tampoco de sustos, es visualmente grotesca y perturbadora, monstruosa y muy violenta.

En este primer capítulo, seguimos intentando querer atrapar a The Master o por lo menos, hay una pequeña intención de encontrar una cura a la epidemia que ya amenaza Nueva York y que promete mucha más sangre, y horror del que busca someter a las emociones a otras formas del miedo: el asco, la contemplación silenciosa o la irremediable forma de aceptar que las demás personas son monstruos y que lo único que te queda es tu vida.

El mal profundo está representado como un parásito que debe su inmortalidad a una mitología oscura, que pudre cuerpos y los desecha cuando no los necesita más, carece de cualquier sentido del respeto porque no está vivo, usa a otros para vivir, los envicia y los enferma.

Los lugares comunes en The Strain no estorban tanto, de hecho, aunque tenemos unos héroes un tanto planos, poco impresionables y no tan desarrollados, sí tenemos un ensamble que lejos de ser frívolo mantiene un rostro duro como única manera de no morir en el intento. Sólo queda esperar que esta segunda temporada se mantenga y que nos brinde ese horror macabro y clásico, como el de las novelas de Brian Lumley.