ALERTA DE SPOILER.
(No lo leas si no has terminado de ver la tercera temporada de OITNB)
Tuve que interrumpir mi fascinación por Sense8 por el estreno de la tercera temporada de Orange is the new black en Netflix, tengo que aceptar que me encanta y que probablemente es una de mis series favoritas, tiene un montón de personajes adorables y es el tipo de dramedia que te conmueve durísimo o te hace soltar una carcajada por sus absurdos. Pero debo ser honesto, esta temporada no sé, algo no me acabó de convencer y aunque tiene todo eso que me hace adorarla siento que ha dejado de llevarme al lugar donde me colocaba. No me malinterpreten, no hubo un solo capítulo que no me gustara, pero me da la impresión que ha comenzado comportarse más como una franquicia de personajes y que no hay una línea narrativa sólida.
Vayamos por partes, tiene muchas cosas que me agradaron bastante, por ejemplo, Alex Vause está de vuelta y presente básicamente en todos los episodios y el mundo sabe que no quiero estar en Litchfield sin ella. Si hablamos de Piper Chapman, ha terminado por perder su categoría de protagonista y fundirse como parte del ensamble, pero creo que todo el asunto de su nuevo negocio de calzones sucios no me pareció tan divertido, no es el mal gusto lo que no me mueve, es que simplemente me parece una anécdota sumamente gris y poco emocionante, más influenciada por los caprichos de otros personajes y demostrando que estamos ante un sistema penitenciario ridículo y nada confiable. La entrada de Ruby Rose me parece un tanto obvia, Piper y Alex quizás no merecen ser felices juntas y menos en esa jaula de locas, aún así la reacción de Piper cuando decide ya no hacerse responsable de los sentimientos de Alex, ni de nadie más, es admirable y realmente me impactó.
Quizás esto a algunos les parezca demasiado pesado: LItchfield es una cárcel que se encuentra tan descuidada que refleja un sistema legal corrupto, dominado por empresas privadas y que carece de un verdadero método de reformación, por el contrario, parece más un resort vacacional o un internado de señoritas, sé que es una prisión de baja seguridad, pero cualquiera que quisiera cometer un delito iría a un lugar adorable y un tanto divertido, y probablemente eso es lo perverso de este caso.
Me siento profundamente irritado con la abrupta salida de la drogadicta Nicky, uno de mis personajes favoritos, me parece que sale demasiado pronto para profundizar en otros personajes como la muda Norma o Leanne, quienes representan una espiritualidad oscura y pasan de ser personajes de bajo perfil a tener roles más relevantes, aunque insisto, ¿era necesario expulsar a Nicky así tan rápido? También vemos abruptamente a Bennet escapar de su propio destino, abandonando a Daya, quien contagia su incomodidad por estar embarazada al televidente, lo cual me parece tampoco era necesario
Pennsatucky probablemente sea quien más me conmovió esta tercera temporada, podemos ver un lado de ella que es como la cara oscura de la luna, parecía que nunca lo íbamos a poder conocer. Probablemente está muy jodida por las drogas, tiene una historia por demás podrida y aún así uno logra compadecerse de ella, rascarle a ese lado inquisitivo y encontrarse con una mujer víctima constante de un mundo más asqueroso y desbaratado que su dentadura. Lo mismo sucede con personajes como Big Boo o Joe Caputo, reciben la oportunidad de revelarnos y compartirnos sus historias de un modo bastante divertido y emocional.
Después de todo, ¿cuál es el problema? El asunto es que la tercer temporada de Orange is the new black no tiene un patrón que una las historias, quedan como una serie de anécdotas dispares sin un hilo conductor común, lo cual me parece es algo que sí sucede con las dos primeras temporadas (en la primera domina la historia de Piper y en la segunda la situación en la que Vee pone a Litchfield). La cárcel pierde su autonomía, un nuevo sistema entra en función y parece tener un efecto casi nulo en los personajes, ni sufren ni gozan más, y de hecho sólo parece un pretexto para contar la historia de algunos personajes y dejar a las reclusas más desatendidas que de costumbre.
Aceptémoslo, esta prisión es realmente un destino turístico, las reclusas hacen lo que que quieren, se dan cenas buena onda entre amigas y funciona más como una preparatoria, donde las bonitas y populares (o sea las blancas) padecen de sus vidas individuales y el resto son estereotipos raciales y divisiones obvias.
Al parecer y con lo que vemos al final, muchas nuevas reclusas llegarán a nuestra prisión favorita, los trece episodios pasan con realmente nada de suspenso y aunque son narraciones divertidas y graciosas son puramente episodios autoconclusivos. Es un hecho que Netflix hará una franquicia de la serie y poco a poco veremos salir a nuestros personajes favoritos para ser sustituidos con otros y sus historias (algo como lo que pasó con Glee, para ser más claros). Hasta este momento no me quejo, la serie no se cae ni un poquito, pero tampoco alcanza un nuevo nivel, lo que realmente puede resultar un poco decepcionante y esperemos que no alcance niveles mediocres (como Glee, insisto).