El drama merece respeto.
Hace unos ayeres, el lenguaje de la televisión y el del cine tendían a ser algo distantes, los encuadres planos y con poco movimiento del video de la tele no se comparaban con la profundidad narrativa del cine, el básico lenguaje masivo funcionaba como a dos caras; quizás la culpa la tuvo HBO cuando comenzó a apostar a producciones no sólo con mayor presupuesto, sino con recursos narrativos y visuales más parecidos a los del cine. Esto devino en una falsa idea de que existe una televisión de calidad que se opone a una más masiva, con manufactura hecha al momento y con poca o nula calidad de contenidos. Digámoslo de otro modo: de un lado estarían series como Los Borgia, Mad Men o Game of Thrones y en opuesto absoluto los reality shows de celebridades, de adolescentes embarazadas, o con sobrepeso, o con manías compulsivas como inhalar aromatizantes caseros. En el medio estarían mares y mares de géneros, entre ellos el de la telenovela que tropicalizada a cada región también sufrió el tener que dividirse a sí misma entre producciones de dudosa calidad contra una nueva generación de historias, que por ejemplo en el caso de América Latina, se evocan más a la narcopolítica para sustentarse como producciones realmente serias y en el otro lado, las gastadas fórmulas remezcladas donde los ricos son blancos alcohólicos y los morenos, pobres, honrados y sólo culpables de amar de más.
Si algo nos gusta de la telenovela clásica es que es irreal, los escenarios son mansiones de cartón, son caricaturas de la exageración en todo sentido: los diálogos, el vestuario, los peinados y sobre todo, unas buena telenovela no se sostiene tanto en sus protagonistas como en la villana, y es que si una telenovela no tiene una buena mala, es aburrida; mientras más torcida y vengativa sea, mucho mejor. El caso es que Pretty Little Liars lo tiene todo eso y mucho más, y de algún modo torcido y ridículo siempre termina superándose a sí misma.
Rosewood, donde las adolescentes bonitas mueren.
De lejos parece una serie de adolescentes como cualquier otra, de cerca, los sets falsos de Rosewood nos llevan a un mundo donde la venganza no tiene límites (en serio, no los tiene) y mucho menos tiene sentido, es absurda y bizarra, no hay un sólo motivo para mirarla y esperar ver algo realmente verosímil. Ver Pretty Little Liars de ese modo resulta frustrante y no es que no haya que tomarla en serio, es bastante entretenida y no puedo decir que sea humor involuntario, porque si te clavas resulta en realidad emocionante.
El setting quizás recuerde a la película I know what you did last summer o algunas otras cintas de terror adolescente y realmente lo único que le falta a Pretty Little Liars para parecerse más son escenas sangrientas y aún así termina siendo bastante mórbida, además los escritores y productores colocan un montón de guiños a la literatura y al cine, especialmente al de Alfred Hitchcock al cual le hacen constantes homenajes, incluso podríamos decir que la antagonista principal de la serie es una mente hitchckoquiana: una mente maestra que manipula a todos para conseguir su objetivo sin ser necesariamente el autor material.
El planteamiento inicial: una noche de peda cinco amigas se reúnen para celebrar que la más bonita y popular de todas, Alison, regresa de un supuesto viaje a casa de su abuela (de donde que vuelve con el más increíble de los bronceados) esa misma noche desaparece sin dejar rastro, esto provoca que las otras cuatro: Spencer, Emily, Hanna y Aria se separen; exactamente un año después de que su amiga desaparece se vuelven a encontrar y al mismo tiempo empiezan a recibir mensajes de texto con secretos que sólo Ali podría saber, todo parece indicar que su amiga y líder está viva en alguna parte, hasta que el destino lleva a una nueva familia a mudarse a casa de la desaparecida y mientras se realizan obras en el patio de atrás, un grupo de trabajadores encuentra el cadáver de una adolescente enterrado en el patio. Alison es dada por muerta y las cuatro amigas empiezan a ser torturadas con mensajes cada vez más creativos que amenazan con revelar todos sus secretos pecaminosos y otras pendejadas que han cometido en el pasado.
Hasta el momento se han transmitido completas cinco temporadas en el canal ABC Family (también disponibles en Netflix) y el día de ayer se emitió el primer capítulo de la sexta temporada, con una historia llevada más allá de su propio alcance, con un montón de secretos sin revelar, situaciones tan absurdas que es imposible no convertirla en un artículo de culto.
*Actualización: La serie ya va a la mitad de su sexta temporada.
Las mentirosas.
Cuatro anti-heroínas adolescentes encabezan una serie de eventos sin sentido, sufren de torturas descaradas en forma de cyberbullying creado por A, una omnipresencia que gusta de utilizar a Spencer, Aria, Hanna y Emily como si fueran sus muñecas, ellas sólo juegan una pequeña parte de un plan maestro en el que quizás lo más simple sería matarlas pero no es así. A gusta de hacerlas sufrir, de verlas padecer la adolescencia, no sólo se mete con ellas y sus intimidades, también con los traumas de sus familias y de sus demás amigos y parejas. Del otro lado están las antagonistas, las cuáles respetan una máxima de las telenovelas: son macabras y están realmente locas. Conforme nos vamos enterando del pasado, Alison aparentemente sí merecía morir y sus amigas ser castigadas, pues no sólo eran bonitas y populares, gustaban de maltratar a los menos afortunados en la escala de la cadena alimenticia llamada preparatoria, por ejemplo, la nerd Mona sufría constantes humillaciones por su aspecto o en el caso de Jenna, quien rechaza unirse al selecto grupo de amigas de Alison, la dejaron ciega. Hay una forma de definir a Ali: es una verdadera hija de la chingada, también sus cuatro amigas reciben sus castigos y chantajes, las hace sentir especiales por un momento para después hundirlas y no sólo tiene alcance en niveles escolares, en realidad todo Rosewood vive presa de su belleza, Alison es tan presente en la vida de los demás que no duda ni un momento de utilizar y manipular a quién sea con tal de mantener su reinado. Hasta que alguien le pega con una pala en la cabeza y la entierra viva.
Las familias de las mentirosas son meros recursos incidentales, los padres básicamente existen de vez en cuando, usualmente están de viaje, trabajando o simplemente no se enteran y ellas están ahí constantemente acosadas y poniendo sus vidas en riesgo, torturadas psicológicamente y presionadas para jugar un juego del que si hablan con alguien más, ese alguien está peligro porque lo más importante para seguir vivo es mantener vivo el secreto. Por si eso fuera poco, y aunque las familias jueguen papel más bien decorativo, tenemos de todo: herencias millonarias de abuelas muertas, paternidades secretas y hermanastros malvados, embarazos falsos y un poco de incesto.
Hay mentiras que sí nos gusta creer.
Probablemente si el tono de PLL fuera más serio y no de soap opera, estaríamos viendo una de las series con más personajes muertos por temporada, situaciones de feminicidio adolescente y de acoso a menores de un modo cínico y cruel, el caso es que estamos viendo una telenovelota. Sin importar lo que estén sufriendo las Pretty Little Liars siempre se ven increíblemente bien: cabello y maquillaje impecable, nunca usan dos veces el mismo atuendo y sin importar que anden por el bosque, la ciudad o un lodoso cementerio siempre logran mantener el equilibrio en tacones. No importa si alguien cae siete metros, vive oculta en un polvoso sótano comiendo barritas de granola o permanecen un mes secuestradas en un búnker sin ver el sol, insisto: maquillaje y cabello impecables.
Para justificar los constantes agujeros en el guión las mentirosas se acuerdan de cosas que ya habían olvidado y sus memorias regresan en forma de flashbacks, nunca faltara un personaje que entre de pronto en escena para escuchar algo que no debiera, novias psicópatas y también trastornos mentales al por mayor para justificar a una sociedad ansiosa de un dolor simulado, del que se alivia con obsesiones y accesorios y ropa cara. En Rosewood hay tantas identidades falsas y gente vigilando a los demás que sorprende que entre tanto voyeur no se topen entre ellos. Incluso, hay momentos de la serie que está grabada desde un punto de vista que parece alguien está mirando por la ventana, el caso es que no sabemos si es alguien más o somos nosotros mismos como espectadores que vivimos en el medio de semejante carnicería y glamour, en este vecindario no puedes saber quién está diciendo la verdad o quién está mintiendo, de pronto todo es tan sospechoso que eso se ha convertido en una fortaleza argumental.
Nunca confíes en una chica bonita con un secreto horrible.
Todo lo anterior me hace creer que Pretty Little Liars debe ser vista como es: una telenovela hecha y derecha, no es una serie de un tono maduro que intente contar una verdad absoluta, ni tampoco es una comedia trivial de relaciones adolescentes, es un misterio sumamente exagerado en el que el espectador debe estar dispuesto a ser retado por sus escritores, a enojarse o emocionarse por las revelaciones que vamos logrando, a mantener la expectativa. Sea lo que sea no es una serie predecible, cuando crees que ya sabes algo ocurre un tremendo giro argumental que hace que todas las teorías se vayan la suelo. Las redes sociales tienen un papel importante en todo esto, no sólo es que se logren Trending Topics cuando un episodio sale al aire o que las protagonistas ahora sean reinas del Instagram, los productores y escritores están al pendiente de los comentarios, expectativas y teorías de su audiencia en Twitter o Tumblr, lo que les permite estar siempre un paso adelante de ellos y no darle al público lo que espera, lo cual es realmente refrescante y en ocasiones irritante, pero sin duda es una ventaja para un género como el misterio, en este caso en donde lo más importante es descubrir la verdadera identidad de A y entender por qué sucede lo que está sucediendo.
Con todo esto, Pretty Little Liars es por mucho entretenida, llena de pequeños detalles que van construyendo una especie de montaña rusa argumental y emocional, sabes que algo va a suceder, puede verse venir, pero no sabes qué tan alta será la caída y con qué te vas a topar, quizás sólo por eso sea tan increíble, porque no importa su tono ni el mundo falso que presenta, ni siquiera su metódica forma de resolverse entre temporadas, es bastante concreta, su gran incoherencia constante la hace coherente sobre su género, lo respeta y lo actualiza aprovechándose de los medios digitales de un modo fascinante.