¿Qué he hecho yo para merecer esto! (1984).
El cuarto largometraje de Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto! es una dramedia sumamente oscura, al parecer su humor se torna un poco más serio, cínico y sensible para contar un guión feminista y que resulta un ensayo sobre la maternidad y sus formas de emanciparse, de liberarse y de hartarse de un sistema de amas de casa que hemos venido naturalizando. Es quizás uno de sus relatos más sencillos, y por sencillo no quiero decir que no sea simple, por el contrario es profundo, grotesco, morboso y vulgar, sumamente ácido y melancólico.
– Yo creí que los escritores eran más viciosos
– Esos son los mejores.
Es una historia que resultará literalmente familiar y estomacal para todos aquellos que fuimos educados en mundo de mujeres abnegadas, atadas al yugo del género y de usos y costumbres tan encarnados como edificios multifamiliares a la tierra. Carmen Maura es Gloria, la madre que sufre por su condición y que por eso se pregunta por cada una de sus decisiones, se mata de hambre, para que su familia a penas unida, tenga algo de comer, sometida a los mandatos de su marido, un taxista que difícilmente hace dinero y una suegra, interpretada por Chus Lampreave, tan estorbosa y juiciosamente tacaña y perdida en la senilidad egoísta y canciones de las que traen recuerdos.
El mismo edificio también vive Verónica Forqué, en su primera participación al lado de Almodóvar antes de Kika, aquí interpreta a Cristal Scott, que es su nombre artístico, en realidad es prostituta y dominatrix, un poco geisha y de buenos sentimientos, tiene esos gestos de muñeca que nunca para de sonreír y que simplemente adoro, esa voz chillona y gritona es adorable y que tiene esa alma curiosa que después veremos totalmente explotando en Kika. Por la otra parte, Gloria no es tan sufrida como parece, hace de las suyas, es farmacodependiente para pasar el hambre, una mártir doméstica que incluso inhala pegamento para disimular un poco su desesperación.
Cecilia Roth reaparece como modelo de los comerciales que aparecen en televisión, como esa rubia perfecta y ahora sabemos que para Pedro Almodóvar la publicidad es una constante aterradora y el marketing es salvajemente vulgar y agresivo.
Después de la redención en su película anterior, Entre tinieblas, descubrimos que el mundo urbano no es la salvación, que es sofocante, la abnegación se vuelve contra sí misma y aparece la desesperación cuando aparentemente uno sólo vive encerrado en otra pequeña jaula apilada sobre otra, en las grandes ciudades donde habitan sociedades viciosas, llenas de cerdos manipuladores; no se parece al Almodóvar de antes, quizás tenga los mismos decorados kitsch y barrocos, pero es un escenario mucho más sombrío, es tan crudo y absurdo como el síndrome de ansiedad por la falta de drogas.
La madre, no está destinada a sufrir por su condición, se da cuenta de lo inútil de su posición y que permanecer ahí sólo terminaría por matarla, aparentemente para la sociedad ella sólo es culpable de no liberarse por sí misma, los héroes no existen y nadie aparecerá para sacarnos del sufrimiento, cuando ya ni siquiera se puede creer en un dios, lo único que queda es creer en uno mismo.
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