El día que no tenga nada que contar, reflexionaré sobre ese tema. Patty Diphusa – Pedro Almodóvar.
Laberinto de pasiones (1982).
Al igual que su predecesora Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, el segundo filme de Almodóvar, Laberinto de pasiones, es un ejercicio bajo de presupuesto, un filme independiente pero madurado, en el que ya se siente más sólido el estilo visual que veremos en toda la filmografía del autor, además de personales fetiches tempranos que también prevalecerán a la fecha hasta volverse icónicos en casi todas sus películas: la farmacodependencia, la medicina, la maternidad, las violaciones, la genética, los azulejos multicolor, los tapices saturados, Cecilia Roth y Antonio Banderas; desde las primeras secuencias comienzan a sentirse las posteriores autoreferencias como la imagen de Patty Diphusa, el personaje con el que Pedro se travestía para escribir en la revista La Luna, durante La movida madrileña.
Cecilia Roth interpreta a Sexilia, una estrella pop que además de fotofóbica es ninfómana, una mujer que vive libremente del amor, la música, las orgías, los estimulantes y el alcohol en una comedia que parece apostar a que algunos deseos se ven mejores cuando no se hacen realidad. Por otro lado también quiere decirnos que las preferencias sexuales pueden ser plásticas y flexibles, que el culto a las drogas estimula las emociones para desear encontrar y contar una historia de amor.
Almodóvar ya sabe que él y su imagen también son parte de su estética, nos satura con su presencia y hasta se viste para subirse al escenario y cantar junto a McNamara uno de los temas musicales más cutres de la historia humana, sus cameos están llenos de ilusiones internacionales rodeados de travestis trashy y una cultura pop importada.
Es un frenesí sin límite de sexo, relaciones viciosas, pasiones y géneros: Sexilia es más bien cosmopolita, dispuesta a todo mientras se enamora de Riza, el heredero del imperio Tiraní, quien antes de conocer a «Sexi» solía tirarse solamente a hombres (y casualmente el último hombre que se tira es a un terrorista de olfato súper desarrollado interpretado por Antonio Banderas). El resto del ensamble es aún más desenfrenado y toman el ritmo hilarante de la historia con sus propias neurosis y obsesiones. Al igual que en el filme anterior, la protagonista juega el rol de mujer liberada que está ahí para ayudar a otras a desligarse de cualquier yugo paternalista con mucho estilo y decisiones enfermas, arriesgadas y tomadas en el impulso del momento.
Puedo creer que desde este momento Pedro Almodóvar imprime todo lo que se volverá un sello personal, sigue siendo un tanto rasposo, sin embargo la fotografía de Ángel Luis Fernández, quien también acompañará a Almodóvar en los siguientes filmes: Entre Tinieblas (1983), ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984), Matador (1986) y La ley del deseo (1987), se convertirá también en el lenguaje visual que se en definitivo en las películas de Almodóvar, como por ejemplo las tomas de diálogos en donde se usan espejos para captar a los personajes desde diferentes ángulos.
Laberinto de pasiones también tiene una narración ligeramente más convencional, retoma y chabacanea influencias de películas como Sissi, emperatriz y las comedias románticas americanas con persecusiones y aeropuertos, y las coloca en una historia de amor que se revuelca en un mundo hedonista y sumamente frívolo, hace del sexo una especie de paliativo de la compañía humana y lo re-valora en su relación con el romance, lo hace parecer nuevamente frágil, delicado y novedoso. Los dos protagonistas están perdidos, alejados y acercados por sus traumas, las relaciones de basurero de vuelven insignificantes frente a la primera muestra de emociones. Aunque puedo concluir que el amor es algo más de lo que se habla que de lo que se practica.
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