Un dilema mo®al presentado en forma de musical: Into the woods, una adaptación Disney de la obra teatral de 1986 escrita por Stephen Sondheim (a quien toooodo el mundo recuerda por Sweeney Todd) y James Lepine (famoso por colaborar con Sondheim) en la que en el universo de los cuentos de hada, la historias de Cenicienta, La Caperucita Roja, Rapunzel y Jack, el de las habichuelas mágicas cruzan sus destinos para poner en juego un debate sobre la culpa, la muerte y el valor canalla de ciertos actos como el despojo, la venganza y la mentira.
En primer lugar, hay que notar que la versión de cine es más amigable para audiencias familiares y el contenido sexual y violento de la puesta en escena es vagamente mostrado con el fin de continuar la franquicia de versiones adultas producidas por Disney®, y la verdad es que con todo y eso, esta vez el encanto está mejor logrado que en Maléfica. Quiero decir, esta también es cursi, pero es por personajes infantiles como Jack o Caperucita son las que le brindan un lado más perverso y crudo.
Si no estás familiriazado con los musicales, Into the woods tiene un estilo más clásico, donde la narración de los hechos y los diálogos se une a la entonación con la orquestación, al contrario de otros, que tienen melodías más pop y espectaculares como Wicked, por ejemplo.
La primera parte de la cinta o el primer acto no va a contarnos nada que no sepamos, deben quedar pocas personas en el universo que no conozcan la moraleja y le desenlace de las cuatro narraciones principales, enlazadas por la historia de un panadero y su esposa, así que la primera hora de la película es reiterativa para colocarnos en el segundo acto, que es donde realmente comienza a pasar algo, y ese hecho corresponde al mero acto de chingar: qué necesidad tenía Jack de saquear, robar y finalmente matar al Gigante, para simplemente regresarse a vivir en la opulencia con su mamá, sin consecuencias más que un final feliz.
Y es ahí donde realmente se tornar interesante Into the woods, cuando los históricos finales felices de los personajes dejan de existir, para dar paso a un futuro ensombrecido por la muerte, la destrucción, la infidelidad, la mentira, y toda la basura humana que uno pueda imaginar.
Todo por unos huevos (de oro).
En algunas versiones literarias de la historia original de Jack y las habichuelas mágicas (a diferencia de las otras tres historias, esta no es obra de los Hermanos Grimm) el debate sobre las circunstancias del gigante se justifican de distintos modos, por ejemplo, en la primera versión impresa conocida escrita por Benjamin Tabart, se explica que el Gigante había robado y asesinado al padre de Jack, mientras en otras habría saqueado a poblaciones o fungido como un dictador. Sin embargo, en otras versiones clásicas y en en el caso de Into the woods, Jack se aprovecha, roba y por miedo, mata.
Lo que sigue, y sin afán de spoilear (digo, ya todos sabían que Jack se chingaba al Gigante, ¿no?) son las consecuencias, por que ningún acto se queda impune: una Giganta enamorada, enlutada y emputada y con ello el debate de quién tiene la culpa y quién debe pagar por los actos, ¿es Jack un niño pobre e inocente o un asesino, ladrón y ventajoso de menos de 1.30m de estatura?
El resultado, personalmente, me parece bastante insaboro, probablemente sea que estamos viendo la versión descafeinada de las cosas y que por tanto, el hecho de cualquier otredad simplemente sea mala por ser mala y que por eso deba ser eliminada, es decir, no es necesario ir profundizando en los niveles de lo otro, solo pienso que la solución termina por darle en la madre a un debate cantado de hora y media sobre la culpa y lo que los humanos son capaces de hacer con tal de ser felices, sacando ventaja de cualquier situación, alimentados por ambiciones y otras chingaderas.
Creo que el asunto, no es en sí con la producción de la cinta, si no con el discurso que plantea, ¿está justificada la muerte? Y más allá de si es un acto pecaminoso o no, cuestiono el hecho de cómo de afronta la culpa, ningún acto humano termina siendo tan egoísta, al fin al y al cabo todos estamos ligados a las decisiones y circunstancias de los demás, por lo que toda consecuencia trágica sería lógicamente el resultado de decisiones podridas; por ejemplo, el que un país saquee a otro estaría sólidamente justificado si el país saqueado en cuestión es «malo» (por no decir, no es occidental) o de otro modo una sociedad corrupta sólo puede operar en la corrupción porque esta es innata al ser humano.