Birdman: egoísmo volátil o cómo empinarte para que Hollywood te diga que sí sabes hacer cine.

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Si Cuarón tiene su Oscar por una película tan pitera como Gravity, por qué yo no. – Se preguntaba a cada momento González Iñarritu a la hora de escribir Birdman, un gran esfuerzo, un ejercicio ensayado al límite pero al fin y al cabo es eso, un sumo ejemplo de producir en exceso para contar demasiadas cosas al mismo tiempo.

A los cuatro minutos de que había empezado ya me parecía un filme de puro autoconsumo y autoreferencial, ansioso por premios, y por que una industria le dé reconocimiento a un Iñarritu que probablemente haga su obra maestra, pero que se nota que desde un inicio había una necesidad por hacerla «en grande», por apostarle a hablarle critica y directamente a la industria del entretenimiento, de ser irónico con ella y al mismo tiempo empinársele, rogarle por un poquito de credibilidad, con un premio de la Academia o una invitación a un talk show gringo para hablar de lo jodido que está México. Aún así creo que lo hace muy bien, el problema, me parece es que es un pastiche en forma de plano secuencia, que abarca demasiadas esferas y dimensiones, que van desde el diálogo interno de Riggan con, literalmente, su súper-yo, hasta los grandes escenarios de Broadway y los #TTs o la viralidad, además de que Iñarritu obedece a uno de los más grandes lugares comunes de la historia humana: «un verdadero actor se prueba en el teatro…»; pero en el cine, lo que en consecuencia lo colocaría a él como the next big star de la dirección. Meh.

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Así como en película entera nos tenemos que aguantar y tragar las inseguridades del protagonista y por ende, del director, creo que justo es la parte incómoda de la película, toda esa médula donde todos de vez en cuando, queremos y ansiamos ser amados, reconocidos y ocurre que a veces lo que se tiene ya no es suficiente y se quiere más, en el fondo, en el ensayo de Iñarritu, lo más profundo de nosotros esa necesidad de ser célebres, trascender y admirados por los demás.

El ambiente histriónico de la película combinada con un presente constante – plano secuencia, que sólo va a ser relevante en este momento histórico, es decir, la película está muy aferrada a parecerse al presente y al momento que estamos viviendo, que a su vez es un culto a lo efímero del momento y a la realidad personal. Documenta el hecho teatral, como un performance momentáneo, único, imparable e irrepetible de una manera verosímil y detallada, aunque la necesidad de atención es  llevada a la exageración en el clímax

La chaqueta mental constante y la imaginación, disfrazadas de una mente imparable y caótica, educada por los filmes taquilleros del sistema hollywoodense, la angustia por la perfección es enfermiza, confronta lo imprecisa de la realidad con la perfección crónica de la escenografía. Coloca a Broadway como el cánon del teatro, lo hace dominante, Iñarritu se entierra para arraigarse a un mundo que no es el suyo, quiere dejar claro que no es más sólo un ciudadano universal, que adora estar colonizado, que ama ser global pero que muere por llegar más lejos.

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La voz íntima y los arranques de imaginación son quizás los más honesto de nosotros mismos que un director pueda poner en una película, es algo sumamente personal y cuando uno muestra su imaginación desbordada teme ser tachado de enfermo o de loco. No creo que ese tipo de pensamiento está sólo reservado a las mentes creativas, es perturbador y emocionante.

La obsesión por ser impecable y lo que sucede detrás de nuestras bambalinas revela que el presente no se parece en nada al cine, además, demuestra lo que Iñarritu piensa de esta y otras opiniones, refleja las críticas dominantes como absurdas, se burla los mismos cánones que él se caga por conquistar, por colocarse. Es intolerante, pero nos recuerda que esa misma industria se rige por caprichos egoístas y decisiones prejuiciosas.

La crónica es personal y nos queda claro que ser el macho alfa dominante y el suceso como una serie de opciones, son también elecciones personales, un súper-realismo egoísta que no está nada mal.

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. David V. Estrada dice:

    En su momento yo salí del cine con una sensación muy similar a la tuya y también escribí algo al respecto. Ni la triple corona que se llevó ayer en los premios esos del chocolate dorado me harán cambiar de parecer. Y no es ardor antipatriótico, es más bien coraje porque siento que había películas mucho más francas, más películas y menos, vehículos de lucimiento como la que ayer dio de hablar en el mundo.

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