Pecadora Pandemonium.

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– El perro lleva varios días llorando de pronto, tuve que llevarlo con la veterinaria, dice que no está enfermo de nada, que lo suyo es ansiedad y que lo que necesita es sexo.

– ¿Y qué le recetó la doctora? – Me pregunta Xoxhipilli

–  Pues que más, necesita emparejarse.

– ¿Y no es lo mismo por lo que lloramos todos?

– Debe ser algo generacional.

 

Debe ser algo generacional, porque no hay otra coa de la que hable con mis amigas, todo el mundo se preocupa por lo complicado que parece conocer a otro ser humano hoy en día, y eso abruma. No quiero culpa exclusivamente al sistema capitalista y a los medios de comunicación. Hoy en día, la resonancia queda privada solo para las personas que conociste antes de los treinta.

Una de esas tardes, hablaba con mi querida Paprika, la Crocante, y aunque no discutíamos mi obsesión por las comas, parecíamos dos señoras lavando, en un lavadero muy intelectual, claro, y, mientras debatíamos qué tan funcional era tapar un agujero enorme (en el alma  y en la psique) con un tapete (falso y disfuncional como el alcohol y la sectas de autosuperación personal) y si en realidad, era más importante ir de raíz o maquillar las cosas (y téngase en cuenta que a ambas nos divierte la mentira y el maquillaje)  me di cuenta que en ocasiones lo más importante no es tratar de solucionarlo todo, que nuestra mayor obsesión es por la ficción, la realidad es aburrida y abrumadora.

– Creo que en el fondo todo el mundo tiene derecho a ser feliz mientras su felicidad sea su engaño, mientras esa felicidad les haga bien. – me dice la Paprika.

Aún así las ficción  no es otras cosa que otra forma de la realidad, pero hecha más al antojo de nuestros caprichos y de nuestros entendimiento, tanta obsesión por dividir las cosas entre dos opuestos (como realidad o fantasía) nos ha terminado por negar a nosotros mismos.

La absoluta verdad es que a mi la realidad a veces me aburre, y no por sí misma, porque por sí misma es más abrumadora que la ficción (y eso que diario me leo el Daily Mail) si no, que lo que rebasa a la realidad es lo cotidiano, el paisaje urbano, pues. Aunque en realidad me alegra tener un departamento en la ciudad y escribir mientras bebo, en mi departamento en la ciudad, el montaje entero termina siendo una repetición más que ordenada. El sistema, que le llaman.

La ficción más absurda sigue siendo la de las relaciones humanas. No me refiero al amor exclusivamente, aunque esa es la más extraña o la más grandes mentiras de la humanidad junto a conceptos como la igualdad de género, raza o cualquier pequeña diferencia heredada o comprada que pase desapercibida.

Los únicos animales que encuentran pretextos para hacer algo absurdo con su tiempo son los seres humanos y si no tienen tiempo para inventarlo tienen el dinero para comprar en qué invertir su existencia, así sea asesinar a otros, luchar por la paz mundial o encontrar el amor.

Aún así nadie sabe decirme por qué de esa obsesión de encontrar un acompañante para el viaje y porque existe esa necesidad alojada en el genoma humano de no saber cómo responder a esa necesidad y siempre terminamos por salir corriendo a la mínima provocación de resonancia en el otro.

 

 

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